jueves, 18 de febrero de 2010

Las calles.


Las calles se llenan de sangre, y tú de felicidad,
Los muros se infectan de hambre, y yo de hostilidad
En esa blanca habitación, mas de diez miradas estáticas se clavan en mi
Y me preguntan con la pupíla, y se ríen con el recuerdo
Yo pienso en su muerte, y ellos en nada.
Estar pegado en la pared de alguien sin vida no implica morir,
ellos ya se murieron,
Y no por ellos comencé a vivir...

domingo, 14 de febrero de 2010

Hybris.


Soy un tipo normal supongo, ya paso de los veinte pero soy joven y no pienso en el futuro, soy especial. Trabajo en una farmacia a unas cuantas cuadras de mi casa, atiendo en ella la mayor parte del tiempo, por lo que me dan un sueldo suficiente para comprar lo que quiero, lo que necesito.
A veces, cuando estoy aburrido en el trabajo, tomo condones sueltos al azar y con una pequeña aguja les hago orifícios, así los vendo, con gusto vendo esos condones a muchachos menores que yo, me divierte la idea de su desgracia, también le ha tocado la suerte(¿o el infortunio?) a hombres mayores. De ellos me apiado más seguido, pues entiendo sus motivos: no generar más sanguijuelas irrespetuosas.
De cualquier manera, no siempre me apiado.

El otro día caminando rumbo a la farmacia, me encontré con un tipo robusto, de cabellos descuidados y piel morena, "el pirañas", así lo llaman los de la colonia, es un tipo bastante distraido y con una mirada vidriosa, me detuvo, a pesar de sus titubeos y lagunas mentales comenzó a ofrecerme pastillas y demás cosas. No voy a mentir, me encanta ingerír esas pastillas, y más a la hora antes de trabajar. Le quitan lo cotidiano a mi día, soy consumidor pasivo, eso no me hace adicto ¿verdad?.
Después de hacer el cambio pastillas-monedas, me apresuré más a mi trabajo, no me gusta cargar este tipo de cosas en la calle, me hacen sentir desnudo y vulnerable a las sucias manos de la ley.
Me tomé una en el camino, y me la pase con un trago de cerveza que guardaba en una lata de refresco, ya saben, para disimular.

En casa no hay mucho que digamos, vivo solo hace tiempo. No me encuentro ni me encontraré en condiciones de una relación amorosa, no quiero problemas, de todas formas, en cualquier reunión soy efectivo para activar fuertemente el líbido de cualquier dama (si es que les podemos seguir llamando así). Es lo que buscamos todos a fin de cuentas, placer, es lo que necesitamos, lo demás son fallas de la mente, debilidades. Lo que requerimos es placer puro, la dosis más pura posible, y así la obtengo yo, siempre obtengo lo que quiero, no importa como.
En realidad no considero importante el tener amigos, la gente simplemente se usa y ya, así he vivido, ¡y vaya que lo hago bien!.

Hoy el día se percibe tedioso. Como quisiera escaparme de esta farmacia e irme a una buena fiesta. Ya he agujerado más condones de los usuales, espero no se de cuenta el anciano dueño de este lugar, de cualquier manera, se venden como pan caliente.
Hace horas ingerí mi última pastilla, el efecto ya está bajando, pero quiero más, voy por más.
Mientras trato de salir de la farmacia, asegurándome que esté cada candado en su lugar, cada protección, se posa a mi lado una muchacha, debo admitir que es hermosa con todas las letras, una palabra que sufre de tanta usura pierde significado, y lo recobra con sólo ver a una mujer así. Ni un minuto esperé y comencé a cortejarla. Con una velocidad insólita, acepta copular conmigo, ¿debo tomar esto como una advertencia? Cierro la farmacia con nosotros dos en ella.

El tiempo enlenteció, mis manos viajaban con serenidad sobre su piel, las de ella sobre la mía, de un momento a otro nos transformamos en un orbe de éxtasis. Nos sacamos la ropa de tal manera que parecía un arte. Todo esto tuvo una minúscula pausa al momento de recordar que debía usar preservativo, tomé uno del escritorio en el que previamente me distraía y me lo coloqué. Comienza el solemne acto sexual, y después de un rato, me percato con terror, que el condón que tomé del escritorio era perteneciente al grupo de los agujerados, pero no pude parar.

Las consecuencias de mis actos eran fatales, no pensaba hacerme responsable de nadie, así que dejé mi empleo en la farmacia, y comencé un nuevo periodo de aislamiento con esporádicas visitas del pirañas a mi casa. Nadie debe hallarme.
Por las tardes nos colocabamos con lo que sea que él trajera, se burlaba de mi infortunio, pero a mi ya nada me importaba, mientras hubiera algo con que perder la cabeza.
De mis genitales brotaba un fétido aroma, y purulentas erupciones. Algo obviamente no andaba bien, pero era muy trabajoso pensar en aquello cuando tenía sobre mí los efectos de lo que el pirañas y yo llamábamos vida, No hay tiempo para nada, ni para aceptar que este, por fin y de una vez por todas, es mi castigo, primero estoy enloqueciendo, y después esa parte de mí de la que tan orgulloso estaba se pudre literalmente.

He tomado más de lo que dicen puedo aguantar, no importa, sólo me introduciré en un sueño largo, donde no estaré podrido, ni loco, no más, no menos.