domingo, 27 de noviembre de 2016

Elogio al ocio

Me gustaría iniciar con un cuestionamiento que pudiera parecer por demás inocente, pero al cual sugiero se preste atención, ¿Es necesario ser productivo a toda hora?, la respuesta puede sufrir de ciertas variantes dependiendo del interlocutor y su temple. Es entonces cuando uno puede dar cuenta de la cantidad de respuestas forzadas que puede encontrarse, es decir, muchos individuos basarán su respuesta en una argamasa de sentires generalizados y generados a partir de las políticas de producción de nuestro tiempo, no por nada el dichoso “Time is money” resulta tan agridulce a la par que se pronuncia. Ahora bien, aunque no todos los individuos están de acuerdo con estas posturas, mismas que exigen una producción desmedida que alimenta intereses ajenos a los propios, hay quienes las defienden férreamente, a tal grado de terminar demeritando virtudes humanas que nada tienen que ver ni hacer con los aires de crecimiento monstruosos que pretende la nueva era., tales como el ocio, ¿Qué si el ocio es una virtud? He aquí otro cuestionamiento que pudiera parecer estar empapado de inocencia. Mi respuesta seria un contundente “¡Por supuesto que los es!” y en definitiva y personalmente defendería al ocio por encima de la prisa o de la mentada “necesidad”, antes consideraría necesario alimentar el espíritu y qué mejor manera de hacerlo que a través de actividades o no-actividades ociosas para el re-descubrimiento de la aptitudes propias. A veces nos desempeñamos de manera magistral en el trabajo, pero muchas veces este trabajo no es algo en lo que realmente quisiéramos invertir nuestros días, muchas otras veces dichas empresas laborales dejan apenas un poco de tiempo para el descanso y apenas nada para el ocio, por lo cual muchos quedan encerrados en un circulo vicioso que acaba por consumirles el espíritu.
Si miramos a nuestro al rededor nos encontraremos con un mundo absurdo, que muy difícilmente podría sorprendernos, si caminamos por los pasillos del centro de la ciudad encontraremos tiendas de recuerdos y establecimientos de comida, todo muy colorido, pero si nos aproximamos a estos establecimientos encontraremos un montón de muestras de cosas maravillosas que el hombre ha hecho a raíz de su propio ocio y contemplación, desde las comidas más exóticas hasta esos simpáticos alebrijes que contonean sus cabezas de un lado a otro. Es más. Basta con mirar los establecimientos, observarlos por fuera y por dentro, ¿No es un edificio cuyo plano es único en su tipo una muestra virtuosa del ocio? Seguro que lo es, todo cuanto nos rodea y al miso tiempo nos sorprende tan poco alguna vez fue objeto de la fascinación e algunos individuos, todos ellos, con el tiempo suficiente y la calma necesaria para idear e innovar, sin seguir procesos de producción acelerada o forzada. Es así pues, que el ocio puede presentarse a sí mismo como madre de la creatividad, madre vapuleada y mal encarada hoy en día, pues sus vástagos ahora se revelan contra ella y le acusan de evitar que algunos seres humanos no sean tan productivos como ahora está establecido. Es el ocio una herramienta infalible para la creatividad, si no necesaria.
Fue el fantástico Rabelais quien reveló la manera en que escribió las fantásticas aventuras de los escatológicos, pero gentiles gigantes Gargantúa y Pantagruel, él mismo menciona al inicio que su libro fue escrito durante sus rtos más ociosos, es decir, mientras comía, descansaba o bebía. Asimismo advierte que por esto mismo su libro no h de ser tomado realmente de forma seria, pero muy a su estilo termina contradiciéndose, puesto que advierte que muy en el fondo de los chascarrillos sucios que en su narración se hallan, hay un significado y una crítica que ameritan ser escuchados. Es por eso que el ocio no ha de tomarse a la ligera, y quienes lo hacen de tal modo es porque, además de haber mermado su capacidad de asombro, también han sucumbido ante las normas de un sistema que no entiende de individualidades y espíritu creativo, si o mas bien de una terrible usura disfrazada de progreso.. El progreso ha sido el estandarte, pero no todo está perdido y es que para la creatividad total y honesta no se requiere más que la libertad del pensamiento y librares, aunque sea por un momento, del lujo cotidiano, que cada vez nos fuerza más a vivir en la inmediatez. Por eso hemos de atesorar los momentos más ociosos, pues pueden resultar los de mayor producción, aunque dicha producción no sea afín a lo establecido, es producción a fin de cuentas, y de las ideas tan disparatadas y sucias pude surgir algo tan brillante como el oro. Algo que nos haga cambiar. Es necesario pues elogiar al ocio, darle su justo valor y su mérito como posible fundador de todo lo que conocemos en nuestro mundo civilizado. La hoja en blanco, el lienzo virgen o la placa liza, de metal son cómplices perfectos del sagrado ocio.; vamos, inclusive el papel higiénico puede gozar de este privilegio, ¿Quién no se ha sumido en profundas contemplaciones al momento de hacer sus necesidades? La larga contemplación de un muro o una techo puede resultar en una explosión imaginara, puesto que la pareidolia hace de las suyas, invitamos a nuestro cerebro a dar formas familiares a figuras amorfas. Podemos volver al campo de lo culinario y observar cantidades de platillos que nos harán preguntarnos de qué manera se le ocurrió tal cosa a sea quien sea que haya ideado dicho plato. Es el ocio, un ocio bien enfocado, bien amaestrado, que se mantiene lejos del vicio para una producción limpia, honesta y que aveces coquetea con el mismo en busca de inspiración.
Elogiemos pues, al sagrado ocio, madre ilegitima de muchos de los placeres, beneficios y objetos que nos atañen a diario, detengamos un poco el ritmo y observemos., nunca dejemos de hacerlo, pues nunca se puede saber en qué momento de ocio surja algo que nos deslumbre a todos. La pregunta inicial del texto puede quedar al aire o no, puede ser respondida por todos, aunque me gusta pensar que la respuesta reside ahí mismo; el ocio es productividad, el ocio es virtud que pocos practican de forma magistral y de la cual pocos aprovechan su dulce usufructo. Seamos ociosos, pues y olvidemos aquello que estorba. Todo lo que merme nuestra creatividad y libertad de pensamiento es enemigo, el ocio no lo es.


*Escrito sobre una cama, en calzones, fumando un porro... ¡Al carajo!