sábado, 29 de mayo de 2010

Ahora creo, ahora siento.


Y resulté no ser gato,
y resulté sí tener piel,
ahora creo saber que visto,
que ya no me soy infiel.

Y resulté ser roedor tramposo;
una rata nada más,
yo vagando por la cloaca
del drenaje sin verdad

A mi me encantas tubería,
por tus calles yo cruzar,
No me importa el mal olor
pues yo se que no es real

A mi me excitas agonía,
al palpar tu humanidad
y esta noche todavía,
nos vamos a revolcar

Y resultó no ser nato
el talento de la felicidad,
y resultó no ser muy grato
escribirte con sinceridad.

viernes, 14 de mayo de 2010

Vaya noche.


Vaya noche, otra vez yo despertando al momento de impactar desde las alturas contra el suelo de concreto. Es siempre lo mismo, cada noche me hago tan ligero que la brisa más mínima me eleva hasta alturas inimaginables del cielo, después de ello me mantengo flotando y admirando tan bello paisaje, pero dicho goce es de corta duración, pues de un momento a otro las nubes se hacen a un lado para permitirme visualizar un grupo de niños jugando. Yo, lleno de euforia hago un esfuerzo por aterrizar en donde ellos y hacerles saber que quiero formar parte de su ritual de diversión. Ellos me repiten al unísono algo que no entiendo, pero por su expresión parece una acusación seria. De pronto, uno de ellos me empuja y caigo a un abismo que apenas hace unos momentos no estaba a mis espaldas, la caída es larga y silenciosa, me da tiempo para percatarme que es un sueño, el mismo sueño de siempre, pero no el suficiente para tratar de caer en una posición más cómoda, siempre caigo de cabeza.

Es tarde y tengo varias cosas que hacer el día de hoy, me es difícil salir de mi habitación, puesto que mi madre cerró la puerta, por más veces que le repito que no la cierre, ella no hace caso, no entiende el odio que yo les tengo, el proceso para abrirlas le resta valiosos segundos a mi existencia, y yo no me puedo dar el lujo de perder siquiera uno solo, en fin, con gritarle y decirle que abra la puerta es suficiente, no más tiempo perdido. Ahora me dispongo a desayunar y arreglarme con serena velocidad. Un beso a mi madre, un ademán rudo para despedirme de mi padre, y salgo disparado a las calles.

Ya se me hace tarde y tengo que llegar a pie a mi trabajo, en el edificio más alto de la ciudad. No me quejo de mi trabajo, pero debo decir que he perdido el entusiasmo por estár en él. Ya nada me llena realmente, pero puedo contarles que hay alguno que otro factor que me mantiene dentro de aquel edificio sin caer en la locura, en realidad no sé que pueda ser, pero me mantiene cuerdo, que es lo que importa.

Después de un trayecto tedioso, me encuentro apenas puntual dentro de mi oficina, me siento bastante acalorado, el lugar es sumamente pequeño, no tengo ni siquiera una engrapadora para hacerme el ridículo y jugar a que le disparo al jefe, no puedo creer que ya me haya aburrido con apenas 15 minutos en la oficina, soy un desastre, pero igual voy a tomarme una siesta, así el tiempo correrá a grata velocidad. ¡Mi cabeza fabrica un sueño espantoso!... Miento, realidad es el mismo de siempre, yo cayendo y…bueno, ya saben, pero hubo una pequeña variación, al momento de caer al vacío, se escuchaba algo, como ladridos de perro. Al despertar el propietario de ese ruido era mi jefe, que entre insultos y saliva suya en mi cara, logré entenderle que era un holgazán apestoso y que debería tomar medidas conmigo.

No pasó mucho tiempo para que dejara de gritar, y como un perfecto bipolar se pusiera a bromear y a darme fuertes palmadas en el hombro, al poco rato, después de su balbuceo, me pidió que le acompañara a la terraza para hablar un asunto bastante delicado, como el empleado sumiso que debo de ser, acepté. Llevábamos nuestras tazas con café al elevador, me fue difícil disimular mi miedo a las puertas corredizas de esa maquina, pero lo logré de cualquier forma.
Ya en la terraza sigo al jefe hasta el borde del edificio, donde se encontraban también sus hijos y una cara femenina que me resultaba bastante familiar, era su esposa, que me miraba con una preocupación inefable. Apenas me acercaba para saludarles el jefe me lanzo su café en los ojos dejándome sin el sentido de la vista y un dolor horrible por las quemaduras, me tomó de la cintura, me dio unas bofetadas, y luego me lanzó al vacío mientras sus hijos me escupían un montón de porquería soez, mientras caía, esperaba que se tratase de una versión cruel de aquel bobo sueño recurrente.

domingo, 2 de mayo de 2010

Palabras.



¿Qué dices si dejo de contar los días?
Y caemos de un salto al cielo,
pues el cielo es la tierra del vacío
y el vacío mi única creencia

¿Qué dices si te llevo en mi espalda?
Mientras la rasguñas y besas,
anda, pues no importa que hagas,
yo te cargaré pieza por pieza

¿Dirías poco si te corto la lengua?
¿Qué tantos ademánes arrojarías?
Dejarías de ser necesidad y espejismo
¿Qué dices si lo intentamos ahora mismo?